‘Nos vemos en otra vida’, la periferia del horror | Televisión

‘Nos vemos en otra vida’, la periferia del horror | Televisión

Nunca he podido concentrarme en La guerra de las galaxias: me distrae la capa de Darth Vader, imaginar al mayor villano del universo eligiendo telas mientras planifica la destrucción de Alderaan, compadecerme del modista que le sobrehíla el dobladillo para que no se trastabille cuando recorre la Estrella de la Muerte. Los malos tienen vida cotidiana, aunque la ficción tienda a sustraérnosla por considerarla irrelevante; no lo es, bien lo demuestra La zona de interés. Nada me sobrecogió más en la soberbia Nos vemos en otra vida (Disney+) que el momento en el que tras comprar las mochilas en las que viajaría la dinamita que mataría a 191 personas, la cajera del supermercado pregunta a los terroristas si disponen de Tarjeta Club. No tenían, pero sí querían factura. ¿En qué epígrafe cotizan los asesinos?

La fidelidad a los hechos de la serie de Disney+ la convierte casi en un documental. He tenido que comprobar si Pol López era vecino de la ría avilesina: el catalán clava la bravuconería de faltosu de chigre de Emilio Suárez Trashorras, la cobarde fanfarronería de quien se cree a salvo. Marzo es pronto para hablar de interpretaciones del año, pero la suya estará entre las candidatas. También la de Tamara Casellas, esa madre que quiere una vida mejor para sus vástagos, siempre que no empeore la suya, y Quim Ávila, el Gabriel Montoya adulto que carga con la decisión de los responsables de la serie de elegir como protagonista a un actor sin experiencia. Que lo que hace Roberto Gutiérrez sea excepcional para un debutante sin formación previa no evita que su interpretación sea la más endeble, que siendo el protagonista no desluzca el resultado final confirma la solidez del armazón.

Entre sus muchísimos aciertos me quedo con la falta de afán moralizante y que evite justificar, aunque se acerque peligrosamente, la amoralidad de Baby. No es un rebelde porque el mundo lo ha hecho así, sino por propia elección. Me crié en un barrio similar —y no lo cambiaría por ningún otro—, Rioturbio, en las cuencas mineras, la Disneylandia de la droga en los ochenta. Allí era igual de difícil salir de la heroína que no entrar; te perseguía como la bola de En busca del arca perdida. En cada bloque había unos Montoya y en el respaldo de cada banco comía pipas un Gabriel, también otros que como su amigo jamás habrían subido al coche de Trashorras. Esos eran los más valientes.

Puedes seguir EL PAÍS Televisión en X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Recibe el boletín de televisión

Todas las novedades de canales y plataformas, con entrevistas, noticias y análisis, además de las recomendaciones y críticas de nuestros periodistas

APÚNTATE

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

_


By Juan Antonio De los Palotes

You May Also Like